La
Navidad celebra el inicio de nuestra redención. El objetivo de la fiesta
navideña es el Misterio de la Redención, que tiene en la Pascua su momento
culminante. La verdad de la redención depende de la verdad misma de la Encarnación.
De cierta manera la Navidad es Pascua anticipada. La celebración de la Navidad
de Jesús se orienta hacia el momento culminante de su Pascua. La Eucaristía no
sólo es memorial de la Pasión de Jesús sino, también de su nacimiento, su Resurrección
y Ascensión, hasta su vuelta al final de los tiempos; no es un recuerdo estéril
sino presencia viva de todo el Misterio de Cristo
La Navidad celebra la manifestación de la gloria de Dios en Cristo. Es un tema
eminentemente Pascual: el esplendor de la gloria del Padre se refleja
plenamente en Cristo Resucitado. La Encarnación redentora no sólo es
manifestación, sino también ofrecimiento de esta gloria a los creyentes, la
liturgia de navidad subraya la actualidad salvífica de la acontecimiento que se
celebra.
La
Navidad celebra las bodas del Hijo de Dios con la humanidad. Los profetas
prepararon y Juan Bautista anunció el tema de Cristo, Esposo de la humanidad y
de la Iglesia. El Señor mismo se definió como “Esposo”. Con este nombre
nupcial, Jesús revela lo profundo de su ser, que no es árida soledad de una
perfección lejana humano-divina, sino la gran alegría del amor de Esposo que se
ofrece sin límites. También la iglesia se llama Esposa de Cristo en cuanto que
representa el término más íntimo de su amor salvífico, que San Pablo interpreta
con imágenes de amor conyugal (cfr. Ef. 5, 25-33).
La
Navidad es la fiesta de la “nueva creación“. En la celebración anual del
misterio de la salvación, cuyo culmen y plenitud se realiza en la Pascua, la
celebración de la Navidad evidencia el aspecto del nuevo nacimiento que
conlleva la Redención. Así como a través del Verbo floreció la “primera
creación”, por obra del mismo Verbo se da la “nueva creación”: el hombre asume
la condición de hijo de Dios y puede realizar en plenitud su obra, según el
plan que Dios tiene para él desde la creación del mundo.
La
Navidad es memorial de la maternidad virginal de María, “hija de Sión”. En
María, hija de Sión, se realiza la promesa del nacimiento de un pueblo nuevo de
quien Cristo es la Cabeza y los cristianos son los miembros. Por lo tanto,
María no sólo es Madre de Cristo, sino también de sus miembros (cfr. LG 53). La
oración después de la comunión del 1 de enero afirma que en María veneramos a
la “Madre de tu hijo y Madre de la Iglesia”.
Crédito: Notas preliminares: Tiempo de Navidad.
Calendario Litúrgico-Pastoral 2018-2019
de la Comisión Episcopal para la Pastoral Litúrgica,
Conferencia del Episcopado Mexicano.
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